ALMERÍA.- «Celos o simple venganza. O las dos cosas al mismo tiempo».
Los expertos de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil no
contemplan otros móviles en el asesinato del pequeño Gabriel, según han
revelado fuentes de la investigación.
Los funcionarios sospechan que la presunta asesina quería deshacerse del
crío, con el que mantenía una relación cada vez más tensa, porque, a su
juicio, le obstaculizaba en su relación con el padre del menor, Ángel
Cruz.
La otra tesis es que el asesinato del niño fuera
una suerte de venganza por el rechazo que mostraba hacia ella, a pesar
de que Quezada se empeñaba en que le considerara como su «madrastra»
(término que en Sudamérica no tiene las connotaciones negativas que
tiene en España) y que siempre le llamaba «mi niño».
Esa misma venganza
–apuntan las mismas fuentes- con la muerte del menor se extendería a la
madre, Patricia Ramírez, con la que no guardaba una relación íntima y de
la que sentiría celos por su excelente relación con su exmarido.
En
algunos medios se ha especulado con la posibilidad de que Quezada
quisiera volver a su país y que el niño sería un obstáculo para que en
ese viaje sin retorno próximo le acompañara Ángel Cruz.
Sin embargo, esa
tesis –afirman los investigadores- tiene dos lagunas: la primera es que
Ángel Cruz y la asesina habían comenzado a reformar la casa de la finca
de Rodalquilar para trasladarse a vivir allí.
La segunda es que
Quezada, aunque volvía con cierta asiduidad a República Dominicana, no
parece el perfil de persona que regresaría a sus humildes orígenes tras
más de dos décadas en España, subrayan los operativos.
El
móvil económico no aparece entre las principales hipótesis de los
investigadores 48 horas después de la captura de Ana Julia, aunque no lo
descartan al cien por cien. La detenida presionó a la familia en varias
ocasiones para ofrecer 10.000 (y hasta 30.000 euros) de recompensa para
quien facilitara una información fiable sobre el paradero del niño.
Pero los agentes creen que esas presiones (ella incluso llegó a anunciar
en una radio que existía esa recompensa, que nunca existió) no era más
que una treta, como otras tantas, para «emborronar» la investigación y
provocar una avalancha de pistas falsas.
Posible razón de la venganza
Ana Julia Quezada, detenida por la muerte del niño
Gabriel Cruz, pudo actuar movida por los celos al rechazar el padre del pequeño irse con ella a su país, República Dominicana, donde quería instalarse.
Es
una de las hipótesis con las que se trabaja en la investigación del
móvil que empujó presuntamente a Quezada a asesinar, como así apunta la
autopsia, a Gabriel el mismo día de su desaparición, el 27 de febrero,
en Las Hortichuelas, en Níjar (Almería), según señalan a Efe fuentes
cercanas al caso.
Ana Julia Quezada confesó el asesinato de Gabriel
ante los agentes de la Guardia Civil. Según su versión de los hechos,
aquella tarde, tal y como desde un primer momento suspusieron los
agentes, la asesina confesa salió tras los pasos del niño cuando
Gabriel, pasadas las 15.30 horas, abandonó la casa de su abuela paterna
en Las Hortichuelas para dirigirse a jugar a casa de sus primos.
Ana
Julia reconoció que conminó al pequeño a subirse en su coche para
llevárselo a la Cañada de la Soledad, la finca de la familia del padre
en la localidad de Rodalquilar, a cinco kilómetros de distancia, y que
Quezada y el progenitor del pequeño estaban reformando para habitarla.
El niño subió voluntariamente y sin engaños al vehículo, afirmó la
detenida.
La mujer, y ahí está la primera gran laguna de
su declaración, según los agentes, no supo explicar de forma convincente
por qué, si no hubo ningún tipo de premeditación, asaltó al niño a hurtadillas apenas abandonó la casa y se lo llevó a la finca sin el consentimiento de nadie y sin avisar a sus padres, cuando el menor, en realidad, tenía que estar con sus primos.
Ana Julia explicó que, una vez en Rodalquilar, discutió con el niño y Gabriel se le encaró e incluso llegó a intentarla agredir con un hacha que había en la finca. La detenida insistió en la violencia del menor, casi al punto de sostener que actuó en defensa propia.
Otro punto que, explican los investigadores, no concuerda con el
carácter de Gabriel, quien, sin tener una buena relación con la pareja
de su padre, en absoluto era un niño agresivo. Según Quezada, en el
forcejeo para defenderse golpeó al menor con el cotillo del hacha (la
parte roma del hacha opuesta al filo) en un lateral de la cabeza de
forma accidental.
El informe actualizado de la autopsia efectivamente ha
confirmado que el niño sufrió una contusión craneoencefálica, pero que
no fue la causa de la muerte.
Ana Julia Quezada
aseguró que tras dejar inconsciente al niño siguió con su supuesto
arrebato, otro punto que en absoluto convence a los investigadores. Tras
el golpe, y todavía fruto de su estado de furia, ahogó al niño
desmayado taponándole la nariz y la boca.
La autopsia ha revelado que la
sofocación por el cierre de las vías respiratorias fue la causa final
de la muerte, que no se produjo por estrangulamiento, como los propios
expertos apuntaron en un primer momento al observar las lesiones en el
cuello.