jueves, 13 de diciembre de 2012

La crisis también azota a Marruecos

RABAT.- La grave crisis de la eurozona ha acabado por afectar a Marruecos. No hay excepción marroquí, como hasta hace poco tiempo se atrevían a decir algunos responsables políticos de Marruecos. El país norteafricano vive directamente los efectos y éstos son cada vez más dramáticos por su débil economía en desarrollo.

 Los ingresos por turismo han bajado, las remesas de los inmigrantes también. La balanza comercial es francamente deficitaria para Marruecos, a pesar de que las exportaciones de fosfatos se mantienen, y las finanzas públicas sufren un déficit preocupante. Los problemas sociales se amontonan y el descontento de la población aumenta. 
Un año después de su investidura como primer ministro, el islamista Abdelilah Benkirane se encuentra descolocado frente a un panorama económico desalentador. El discurso oficial suele ocultar, o al menos minimizar, los problemas, pero los hechos son tozudos y hablan por sí solos. “Estamos mal, francamente mal. Una mayoría social vive en malas condiciones y la prosperidad de los últimos años sólo ha llegado a las clases altas y a la nueva clase media. Los problemas estructurales del país son muy graves y el actual Gobierno de Benkirane está paralizado”, comenta a Correo Diplomático un dirigente de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP).
 En 2008, Marruecos pensó que no estaba al alcance de la crisis que explotó en el mundo occidental. Cuatro años después la situación ha cambiado radicalmente y algunos indicadores son francamente preocupantes. Un sector muy intenso en mano de obra y clave para la economía del país como el textil  ha perdido más del 30% de sus pedidos europeos. El turismo europeo está estancando y la tendencia marca un empeoramiento de la situación, al menos mientras se mantenga la recesión en los países europeos emisores. Oficialmente, el número de turistas que visitan Marruecos no ha bajado, pero los que vienen gastan menos dinero. De momento, este sector ha podido salvar los muebles gracias al turismo nacional, pero esta alternativa no es sólida.
La depresión económica afecta también a los inmigrantes marroquíes en Europa. Muchos se han quedado sin trabajo y ya no pueden enviar dinero a su país, o mandan cantidades más pequeñas. Las remesas de los MRE (Marroquíes Residentes en el Extranjero) experimentaron un bajón del 4% en el primer semestre de 2012. 
La factura por el petróleo aumentó un 20% este año y las reservas de cambio han bajado peligrosamente. El clima para hacer  negocios no es precisamente el más idóneo. Según un estudio del Banco Mundial, Marruecos ocupa el puesto 94 sobre 183 países analizados, mientras que Túnez, a pesar de sus turbulencias políticas, está en el lugar 46. Aunque la inversión extranjera se mantiene, no consigue paliar los graves problemas estructurales de la economía marroquí, que la crisis ha empeorado. 
Mientras, el déficit público, que alcanzó el 6,2% del PIB en 2011, según el Ministerio de Finanzas, podría situarse en torno al 5,5% a finales de este año. La inflación es otra gran amenaza para la economía, y los precios de muchos productos y servicios básicos, como la harina, el azúcar y la electricidad se han disparado. “Nuestra crisis tiene una raíz interna, está relacionada con nuestros propios problemas, que han empeorado por culpa de la crisis internacional”, señala el economista Najib Akesbi. 
Parece bastante evidente que con un panorama macroeconómico tan complicado es difícil apostar por un crecimiento alto y a largo plazo. Algunos expertos auguran un crecimiento por debajo del 2,5% en los próximos años, lo que sería insuficiente para absorber el gran paro juvenil (30%) en la franja de jóvenes entre 15 y 29 años y sacar  de la pobreza a amplios sectores sociales. 
Algunas buenas noticias económicas, como el espléndido funcionamiento de puerto de Tánger Med, la construcción del AVE, el programa de autopistas y la modernización de infraestructuras, así como la instalación de grandes multinacionales como Renault en Tánger y Bombardier en Casablanca, ocultan a malas penas lo que se avecina.

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