lunes, 5 de noviembre de 2012

El rey de Marruecos mantiene el control pese a las reformas

RABAT.- A diferencia de otros dirigentes árabes que fueron retados en las calles por su población a principios del año pasado, el rey Mohamed VI reformó rápidamente la Constitución de Marruecos, celebró elecciones y permitió que un partido islamista dirigiera el Gobierno.

Su respuesta sofocó el fermento de ira popular, fue alabada en Occidente y pareció colocar a Marruecos en una vía más democrática, pero 20 meses después no está claro cuánto poder ha cambiado de manos en realidad.
Le Matin, un diario en francés partidario del sistema, sigue dedicando su primera docena de páginas a las actividades del monarca y sus asesores antes si quiera de hacer mención del gobierno electo.
El primer ministro islamista, Abdelilá Benkirane, sigue teniendo su despacho en el enorme recinto del palacio real de Rabat.
Por ahora, su Partido para la Justicia y el Desarrollo (PJD), cuyo éxito en los comicios de octubre de 2011 lo llevó al poder por primera vez, insiste en que la cohabitación funciona.
"Marruecos es una excepción en la región", dijo el ministro de Communication, Mustafa el Jalfi. "Hemos conseguido desarrollar una tercera vía entre la revolución y el viejo sistema de gobierno: reformar dentro de la estabilidad y la unidad".
De acuerdo con la nueva Constitución, Mohamed VI - que basa gran parte de su legitimidad en el título histórico de "comendador de los creyentes" como descendiente del profeta Mohama - mantiene el control del Ejército, la seguridad y las cuestiones religiosas, mientras que el Parlamento legisla y el Gobierno dirige el país.
"Instituciones clave consagradas en la Constitución están tomando vida", dijo un diplomático occidental sobre las reformas. "El margen del debate está cambiando. La gente ve parte del proceso".
Sin embargo, después de dos décadas de reformas que comenzaron al final del reinado del fallecido Hassan II, padre de Mohamed, no todos los marroquíes están convencidos de que el Palacio haya aflojado tanto su control.
"La monarquía tiene un instinto de supervivencia muy fuerte", dijo el historiador marroquí Maati Monjib. "La táctica oficial es divide y vencerás, y ha sido sistemática durante unos 400 años".
Tras la inestabilidad de los levantamientos de la Primavera Árabe el año pasado, el Gobierno del PJD que llegó al poder en enero obtuvo cierta influencia real, afirmó. Pero para agosto, el rey y sus asesores se sintieron lo suficientemente fuertes como para recuperar algunos de sus "poderes tradicionales, no constitucionales".
El PJD se arriesga a perder credibilidad con sus seguidores islamistas al llegar al gobierno y comprobar que la verdadera autoridad está en otro lugar, como le ocurrió a un partido socialista en la oposición en los años 90.
"Aún no llevan un año en el poder, pero lo que han anunciado no es alentador", dijo el economista Najib Akesbi. "Se han pegado al régimen. La historia se repite".
Jalfi, que también es portavoz del Gobierno, contestó que es normal que los partidos que llegan al poder pierdan cierta popularidad, y que su partido apoyó la monarquía incluso cuando estaba en la oposición.
"Creemos en el papel histórico crucial de la monarquía de defender la unidad y la estabilidad y encabezar las reformas necesarias".
Puede que la posibilidad de que haya levantamientos populares a corto plazo haya perdido fuerza, pero las tensiones sociales y económicas permanecen en un país con grandes disparidades de ingresos y lo que Jhalfi califica de décadas de corrupción.
Otros problemas son el paro, la pobreza, la sanidad y el analfabetismo, afirmó, que requieren de inversiones y una buena gobernanza.
Dependiente de las importaciones de combustible y de cereales, la economía ha padecido por la recesión en Europa, que ha reducido el turismo y las transferencias de los marroquíes que viven en el exterior, muchos de ellos en España.
Marruecos está en el puesto 130 de 187 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU y el 56 por ciento de su población adulta - de un total de 32 millones de habitantes - es analfabeta. Las ayudas para comprar alimentos y combustibles absorben anualmente 54.000 millones de dirham (unos 4.600 millones de euros), lo que supone el seis por ciento del Producto Interior Bruto.
Pocos discuten que los subsidios son un despilfarro que beneficia más a los que menos lo necesitan, pero quitarlos es una patata caliente y podría ser muy impopular - entre los pobres escépticos con las compensaciones económicas prometidas, entre la clase media porque tendría que pagar más y entre los empresarios porque se han aprovechado del azúcar, la harina y la energía muy baratas.
Marina Ottoway, del centro de estudios Carnegie Endowment for International Peace sugiere que Palacio podría permitir al Gobierno intentar una eliminación gradual de los subsidios.
"Si hubiera problemas con el cambio, la ira de los ciudadanos y la culpas se echarían al Gobierno, mientras que Palacio se libraría de un viejo problema sin tomar riesgos", escribió.
Disturbios ocasionales, la mayoría por reivindicaciones económicas, siguen estallando en el país. Incluso los jueces, no conocidos por su activismo, llevaron a cabo una sentada el mes pasado fuera del Tribunal Supremo, donde unos 1.000 demandaron mayor independencia para el sistema judicial.
El laico Movimiento 20 de Febrero, que impulsó las protestas de 2011, sigue existiendo pero las autoridades son menos tolerantes con las protestas desde el referéndum que aprobó las reformas constitucionales. Muchos jóvenes activistas se han refugiado en Internet.
Además hay dos tendencias islamistas significativas fuera de la política permitida. Los salafistas ultraortodoxos, un grupo minoritario con un atractivo creciente en las barriadas más pobres de las grandes ciudades, están debatiendo si dejan su rechazo ideológico a la política y siguen a sus homólogos egipcios, que formaron un partido político tras la caída de Mubarak que tuvo un buen resultado electoral.
Además, Al Adl wal Ihsan (Justicicia y Caridad) tiene un formidable movimiento de base que primero apoyó las protestas de la juventud el año pasado pero luego se retiró por las reticencias con sus aliados laicos.
El rey viajó por los países del golfo Pérsico el mes pasado para conseguir ayuda e inversiones de los monarcas tan preocupados por las revueltas del año pasado que invitaron al lejano Marruecos y a Jordania a unirse a su club regional, el Consejo para la Cooperación del Golfo.
Mohamed VI, el mayor accionista en una economía de 95.000 millones de dólares, está implicado en muchos sectores, desde las telecomunicaciones a minería de metales preciosos, banca y cementeras.
Esta combinación de poder político e intereses económicos compromete el objetivo declarado de crear un ambiente económico competitivo y transparente, sostiene Akesbi.
"Esta monarquía, que gobierna, también hace negocios, lo que hace que cualquier resultado sea posible - conflictos de intereses, abusos de poder, nepotismo. Y eso es lo que vemos todos los días".

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