domingo, 27 de mayo de 2012

El empresariado, única solución para el crecimiento de la economía y del empleo / Ángel Tomás Martín *

Con anterioridad al 2007, España venía disfrutando de la gran década del rápido crecimiento y convergencia con las economías de mayor renta per cápita de la Unión Europea, alcanzando un crecimiento del PIB superior al 0,5 por ciento de la media de la Unión.

Se pasó de un déficit del 5,5 por ciento de las Administraciones Públicas a un superávit del 2,4 en el 2006. El fuerte crecimiento se basó en el dinamismo de la demanda interna, sostenida por la abundancia incontrolada del crédito que alimentó los beneficios del sector empresarial, las ganancias de capital y la construcción. La falta de sincronía económica de España con la política monetaria del Eurosistema condujo al gran desequilibrio y al alto endeudamiento generalizado, fomentado por un sistema financiero de pésima gestión, falta de visión a medio y largo plazo y una indisciplina consentida, que jamás debe repetirse.

España está soportando un debilitamiento de la actividad económica que repercute en la desaparición de empresas, y lo que es aún peor, la destrucción ininterrumpida de puestos de trabajo, junto al deterioro del sistema financiero, motor indispensable y necesario para pasar de la recesión al crecimiento.

El deterioro de la economía ha ocasionado la pérdida, también creciente, de los ingresos públicos, que junto al endeudamiento disparatado de las Administraciones, ha derivado en desequilibrios presupuestarios y financieros, viéndose obligados a recurrir a los recursos de la banca y como consecuencia a la desaparición del crédito para la economía real. La crisis de la deuda soberana ha perturbado a los flujos financieros y minado la confianza de los agentes económicos al percibirla como uno de los principales factores de riesgo. El Estado se ha visto obligado a la corrección de los desequilibrios fiscales como tarea previa y urgente.

Políticos, financieros, empresas y familias en general, deberíamos haber tenido presente lo que Marco Tulio Cicerón advirtió 55 años a. de C. “El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en vez de vivir a costa del Estado ".

Lo que dijo Cicerón hace más de 2000 años puede servir de guía a la única solución posible: el impulso, la innovación, el desarrollo y la ayuda a la creación de empresas y a la consolidación de las que han sabido mantener su actividad durante los ya transcurridos cuatro años de una de las crisis más profundas y pertinaces. Las empresas son la columna vertebral y la única solución al crecimiento y a la cohesión económica de todas las potencias mundiales, como se ha reconocido recientemente en los debates que los líderes del grupo del G-8 mantuvieron en la residencia presidencial de Camp David, instando a combinar la política del crecimiento con la estabilidad fiscal. Los recortes de gasto y el incremento de la presión fiscal en solitario, pueden ser necesarios y factibles, pero sin un proyecto estructural que propicie emprendedores, gestores y líderes empresariales, solo se obtendrá más déficit, menos recaudación impositiva y más paro.

¿Hay talento suficiente en los políticos y dirigentes de la economía política? ¿Hay que cambiar las estructuras políticas de los Estados, como hay que cambiar las de la economía real? ¿Conocen que se está empezando a formar una nueva estructura global sustitutiva de la arcaica que soportamos? Con cambio o sin él, la piedra angular de la futura economía se llama "tejido empresarial", y el empresario también está obligado a evolucionar hacia la ética, la creatividad, la visión de futuro, la diferenciación, la organización, la especialización del equipo humano que conforma el trabajo interno, el sentido de unidad, de la expansión territorial a otros mercados, la consolidación financiera y patrimonial... y a tener siempre presente no rebasar su nivel de competencia que establece el esquema jerárquico, tan bien definido por Laurence J. Peter.

La urgencia de cambios estructurales

El empresario, en muchas ocasiones, actúa con incompetencia y vanidad, frustrando a sus compañeros de trabajo erosionando la eficiencia de la organización. Son conocidos los fracasos empresariales, incluso multinacionales en la memoria de todos, cuyos líderes no se retiraron a tiempo dejando el mando a otros más competentes y efectivos. Sin embargo, son también muchos los bien dotados que, o no se inician en la creatividad por falta de apoyos y estímulos, o emigran a otros países cuyas circunstancias favorables y ayudas a la promoción son reales y efectivas, perdiendo y regalando al exterior el esfuerzo e inversión en la creación de valores en nuestros futuros jóvenes empresarios.

Es responsabilidad de todos, y especialmente del Estado, acometer sin demora los cambios estructurales imprescindibles e inaplazables que hagan posible la creación de nuevas empresas, y la potenciación y crecimiento de las que aún se mantienen en actividad. Para ello, ha de fluir el crédito, ha de reformarse el sistema fiscal, asimilando los gravámenes y ayudas a los existentes en los países de nuestro entorno - rechazando la demagogia de los políticos empeñados en repetir, que nuestra presión contributiva es más baja que la de nuestros vecinos - aseveración falsa de toda falsedad, y fácilmente demostrable.

Por otro lado, nadie va a traernos crecimiento del exterior, hemos de impulsarlo nosotros, analizando primero las fuentes de riqueza y experiencia regionales ( agricultura y derivados industriales, mineralogía, industria, turismo, artesanía, servicios, distribución, investigación, alianzas, etc.), y colaborando a su recuperación e impulso. La exportación, única actividad que crece, necesita de financiación y apoyo, ausentes y olvidados. Los exportadores lo consiguen con esfuerzo, trabajo y sacrificio, pero sin ayuda y colaboración.

Hemos preguntado a muchos si se han servido de los departamentos y agregados comerciales de las Embajadas, y siempre hemos obtenido las mismas respuestas: ni están preparados para ello, ni conocen bien el mercado para el que han sido responsabilizados. Se han servido de especialistas y asesores nativos. ¡Caras embajadas, para tan escasos servicios!

(*) Economista y empresario

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