viernes, 7 de octubre de 2011

El ecologismo político avanza lentamente hacia una plataforma de consenso

MADRID.- La mejor consecuencia electoral que podría tener el recién presentado Un Programa por la Tierra. Demandas para una legislatura sostenible es que sirviera de elemento aglutinador, de pegamento general, para las diversas opciones ecologistas que se disputarán probablemente los mismos votos el 20-N. El documento elaborado por Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF es una buena declaración programática para cualquier formación verde, aunque las cinco organizaciones promotoras especificaran en su presentación que no piden ni pedirán el voto para ningún partido concreto, según www.cuartopoder.es.

Es una postura prudente, al margen de sus motivaciones ideológicas, dado la atomización existente en el panorama político ecologista español, sobre el que ya se ha escrito alguna vez en este mismo sitio. Pues la dispersión es la principal dificultad con que tropiezan las papeletas verdes para que tuvieran una traslación acorde con la generalización de una concienciación ecologista notable en la sociedad española.
Podría interpretarse que el adelanto electoral a noviembre ha resultado perjudicial para partidos que se están creando, caso de Equo, impidiéndole convertirse en la piedra angular del arco político ecologista. Pero la dificultad que las organizaciones de esa orientación y con vocación electoral están encontrando para hallar terrenos de encuentro indica que hay mucho trecho aún por recorrer, más allá de la circunstancia de que las elecciones se hubieran celebrado en primavera o la exigencia de avales a nuevos partidos, para que pueda concretarse una alternativa estatal aglutinante.
Sin embargo, hay acuerdos unitarios territoriales y provinciales ya alcanzados aquí y allá que señalan la vía a seguir, por un lado, y que la meta es posible de alcanzar. No antes del 20-N, indudablemente. Esa fecha marcará, además de la calibración aproximada de las fuerzas existentes, el inicio real de un proceso que debería llevar a la creación de ese paraguas amplio que otorgue al ecologismo español un mecanismo aglutinador que supere, aunque sea parcialmente, el actual desperdicio de votos favorecido por la ley electoral y demás circunstancias legales impuestas por los dos partidos mayoritarios y sus aliados nacionalistas.
El más reciente consenso en esa línea ha sido el firmado por ICV y Equo en Cataluña. Hubo, hace meses, simbiosis ya establecidas entre organizaciones regionales del partido Los Verdes y Equo, Compromìs, etcétera. Hay otros casi más esperanzadores, como el pacto entre Izquierda Unida y Equo en la Región de Murcia, auspiciado por el Foro Ciudadano local, para formar una candidatura conjunta al Senado elegida en proceso asambleario.
Este último caso es considerado de alguna manera esperanzador por Juan López de Uralde, principal figura de Equo, “en tanto en cuanto las bases de las organizaciones se planteen un proyecto en común y haya confluencia en la diversidad”, a pesar de que cree que el proyecto de la coalición de izquierdas es claramente diferente del de la nueva formación ecologista.
Desde esa visión común de los problemas es desde la que el Programa por la Tierra de las cinco organizaciones ecologistas adquiere sentido, puesto que es un documento consensuado que podría ser programático si los firmantes fueran partidos, pero que en cualquier caso establece objetivos y plantea soluciones a los problemas que la llamada izquierda mayoritaria no considera prioritarios, a juzgar por su práctica política tradicional, aunque crezca entre los ciudadanos la convicción de que sí lo son.

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