lunes, 2 de mayo de 2011

A Bin Laden le sustituye el radical Aymán al-Zawahiri al frente de Al-Qaeda

WASHINGTON.- Ayman al Zawahiri sucederá a Bin Laden al frente de Al-Qaeda y está considerado como el hombre que lo radicalizó en los años ochenta y le llevó a romper con líneas islamistas más moderadas en la 'yihad' ('guerra santa') de Afganistán.

Al-Zawahiri, nacido en Egipto e involucrado en el asesinato del presidente de ese país, Anuar el Sadat, fue un miembro de ese grupo antes de convertirse en el principal ideólogo de Al Qaeda y, según muchos, en su virtual líder, relegando a Bin Laden a un papel ornamental.
Al-Zawhiri es un excelente político, curtido en mil batallas. Y en las torturas. Después del asesinato de Sadat, la policía egipcia le arrestó. Fue torturado. Y, después, diría una frase memorable: "La muerte es más misericordiosa que la tortura".
Al-Zawahiri también se diferencia de Bin Laden en que, según los expertos, él es el ideólogo de Al Qaeda. Fue él quien convenció a Bin Laden de la necesidad de atacar 'al enemigo lejano' —léase Estados Unidos—en lugar de a los gobiernos regionales, para restaurar la pureza del Islam. También le convenció para asesinar en Afganistán a Abdalá Azzam, un fundamentalista moderado, cuando éste se aproximó al afgano Masud, en 1989. Finalmente, 48 horas antes del 11-S, el propio Masud—el último líder que resistía a los talibán y a Al Qaeda, con apoyo activo de Irán, India y Rusia, y simbólico de EEUU—fue asesinado por orden de Bin Laden, con el objetivo de liquidar cualquier fuerza que pudiera apoyar a EEUU cuando ese país reaccionara tras los atentados.
El virtual sucesor de Bin Laden lleva en la clandestinidad alrededor de 47 años, es decir, desde los 15.
A esa edad, Al-Zawahiri empezó a organizar grupos de Hermanos Musulmanes en Egipto. Después de salir de la cárcel por el magniciod de Sadar, se trasladó a Arabia Saudí, primero, a Pakistán, después, y finalmente a Sudán.
Desde esos tres países dirigió la actuación de la Yihad Islámica Egipcia, un grupo que realizó ataques tan salvajes contra civiles—en ocasiones, en los territorios de los países que les permitían tener bases, como Pakistán—que acabó provocando un rechazo tal que acabó virtualmente desapareciendo. Al-Zawahiri también viajó a EEUU, donde gozaba de buenos contactos con la CIA, para recaudar fondos para su Guerra Santa. No fue hasta 1998 cuando la Yihad Islámica Egipcia se fusionó con el grupo de Bin Laden.
Eran, en realidad, dos bandas marginales en el mundo islámico, que contaban con unos pocos activos: los contactos de Bin Laden, el apoyo del servicio de inteligencia pakistaní (ISI, según sus siglas en inglés), y la feroz ideología de Al-Zawahiri. La relación entre ambos había sido conflictiva.
Al-Zawahiri parece haber sido demasiado violento y radical incluso para Bin Laden. Y es que la ideología es el mayor activo, pero también la mayor losa, de Al-Zawahiri, de quien se dice que había marginalizado en los últimos años a Bin Laden de la dirección de Al Qaeda.
Al contrario que el fallecido fundador de ese grupo, Al Zawahiri parece incapaz de negociar, de buscar aliados, siquiera circunstanciales—su odio por los chiíes de Irán es casi tan grande como el que tiene por los judíos, los cristianos o los musulmanes que no aceptan sus preceptos, que son la mayoría—o de tener una estrategia que implique respetar mínimamente a los civiles. Ese carácter carnicero —todavía hasta un grado inimaginable bajo Bin Laden— puede ser el mayor problema de una Al Qaeda dirigida por al-Zawahiri.

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