domingo, 13 de diciembre de 2009

El agua del Mediterráneo se calentó un grado en 30 años

BARCELONA.- La temperatura de las aguas superficiales del Mediterráneo occidental septentrional subieron en el último tercio de siglo alrededor de un grado centígrado, cuando 50 años el aumento de las aguas oceánicas superficiales a nivel global --hasta los 300 metros de profundidad-- fue de 0,31 grados, señala una publicación de la Conselleria de Medio Ambiente de la Generalitat.

El extenso informe 'Agua y Cambio Climático. Diagnosis de los impactos previstos en Catalunya', elaborado por diversos expertos y que recoge los estudios más recientes sobre los impactos que el calentamiento global puede tener en los ecosistemas marinos, analiza los cambios previstos en el Mediterráneo, y concluye que éste mar interior será "muy diferente" al conocido durante el siglo pasado.

El catedrático de Ecología de la Universitat de Barcelona (UB) y uno de los autores del informe, Joandomènec Ros, defiende de hecho que el mar y las costas catalanas ya notan los efectos del cambio climático, puesto que el aumento de temperatura hacia los 20 metros de profundidad ha sido en realidad de 1,2 grados --0,7 grados en las aguas a 80 metros--.

La publicación evidencia la importancia del pH del agua marina en la supervivencia de estructuras esqueléticas a base de carbonato --corales y organismos con concha, sobre todo-- ya que a más frío es prácticamente imposible la presencia de estas especies.

Además, se recuerda que los océanos son grandes captadores de CO2, por lo que a más presencia en la atmósfera de este gas, los mares atraparán más, lo que a su vez aumentará la acidez del agua, reducirá el pH y ello supondrá un cambio "enorme" para el plácton, la base de la cadena trófica marina.

El estudio especifica que el cambio climático no tiene porqué implicar cambios en la cantidad de nutrientes en el litoral o mar adentro, pero algunos procesos generados o favorecidos por este cambio sí pueden suponer modificaciones en el régimen habitual de aportación de nutrientes, y por tanto en la producción primaria.

Asimismo, en un mar más cálido las poblaciones de bacterias, vegetales y animales podrán adaptarse mejor o peor a los cambios, lo que permitirá una expansión o una desaparición de sus hábitats tradicionales a un ritmo todavía desconocido.

Entre los ejemplos, los expertos han constatado el desplazamiento de alguna especie de babosa o del mero hasta aguas catalanas, cuando hace pocas décadas su presencia era "rara" y se encontraban sobre todo en aguas más meridionales. Asimismo, los periodos de cría asociados a la temperatura de las aguas también han variado, como es el caso de la sardina alacha, que ha pasado de criar en latitudes próximas al Delta del Ebro hasta Blanes (Girona).

Los expertos recuerdan también la pérdida de la mitad de la biomasa de algunas especies en 1999, 2003 y 2006 en puntos concretos del Mediterráneo, en episodios de "mortalidad en masa a gran escala" por la muerte del tejido de algunas colonias, al no mezclarse adecuadamente las corrientes y permanecer más tiempo del habitual aguas de 24 grados en la superficie del mar.

A parte, los cambios podrían recrudecerse por episodios catastróficos de rachas fuertes de viento --que afectan a la presencia de medusas o traen nutrientes en el polvo sahariano--, mayores tormentas con más aportación de residuos orgánicos a los mares, cambios en el régimen de corrientes por una variación en las densidades, y alteraciones en la salinidad de marismas y deltas por una subida del nivel del mar.

El trabajo, documentado en decenas de estudios internacionales, asume que es pronto todavía para conocer el alcance real de los cambios que ya se vislumbran, y reconoce que quizás el Meditarráneo no se tropicalice, algunas especies no desaparezcan y quizás los corales no colonicen sus aguas. En cualquier caso, concluye que el mar "seguro que será muy diferente al que describieron los investigadores marinos de los siglos XIX y XX y los poetas de todos los tiempos".

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