jueves, 5 de noviembre de 2009

Muere a los 83 años Francisco Capulino 'Capuleto', uno de los exponentes del movimiento artístico indaliano

ALMERÍA.- El pintor almeriense Francisco Capulino 'Capuleto', uno de los exponentes e impulsores del movimiento artístico indaliano en España, murió hoy a los 83 años de edad en su domicilio familiar de la capital, según informaron fuentes de su entorno, que indicaron que la misa funeraria tendrá lugar mañana en la iglesia de San Sebastián de la capital a las 12,00 horas.

Según reseñó la especialista en arte indaliano María Dolores Durán Díaz, 'Capuleto' estudió en la Escuela de Bellas Artes de Almería y formó parte de los jóvenes pintores que siguieron la llamada de Jesús de Perceval, fundador del movimiento indaliano en el que se integró.

Así, el artista participó en la exposición indaliana en el Museo de Arte Moderno de Madrid en 1947 y en el VI Salón de los Once de 1948, "la gran consagración indaliana", según la experta. Así, en 1950 marchó becado a Roma y posteriormente vive durante una década en Venezuela, tras lo que regresa a Almería en 1965 donde construyó y dirigió el Hotel Indálico.

Según narró Durán Díaz, se trata del pintor indaliano con menor producción artística en exposiciones aunque "su pintura siempre ha estado muy bien valorada por la crítica". Sus principales obras pertenecen a la década de 1950 "en la que se refleja siempre un tormento que no deja atónito al espectador".

De esta forma, según señala, "su pintura no pretende transmitir sino su propio criterio, su visión desgarrada de la sociedad, no cediendo a ningún tipo de presión mediática o comercial". La experta explicó que el artista "no buscaba en la pintura el bienestar económico sino volcar sus inquietudes en la tela con manchas de color que parecían transmitir su angustia vital".

Entre sus primeras obras, datadas en la década de los años 40, destacan figuras muy estilizadas, de pinceladas angelicales en los colores y en las formas, muy al estilo de Modigliani, que le valieron el entusiasta apoyo de los críticos de la época, que lo consideraron el joven indaliano "más aventajado".

Sin embargo, esa pintura, "casi sin solución de continuidad" dio paso a una segunda etapa a mediados de los años 50 donde las sensaciones predominan a las formas y la línea pierde contornos.

"Su temática se vuelve irreal, enmarcando objetos caseros, o cotidianos en una irrealidad descarnada y cruda: corderos degollados, cráneos enfrentados al espectador y animales abiertos en canal, entre otras figuras", destacó.

Durán Díaz opina que se trata de una pintura poco comprendida por el 'almeriense-usuario' de las exposiciones comerciales, alejado de las formas pictóricas del resto de los indalianos. Así, dejó atrás la dulzura visual, los colores cálidos, la temática amable, para expresarse con su propio universo, para sentirse libre, para comunicarse individualmente con cada uno de los espectadores de su obra, para transmitir sus sensaciones de solitario a solitario.

"Renunció a exponer, que no a pintar, quizás para pintar sólo y exclusivamente para él", apostilló.

No hay comentarios:

Publicar un comentario