lunes, 27 de julio de 2009

Huir de la crisis a Marruecos

TÁNGER.- Entre quedarse de brazos cruzados en España con una infraestructura y una plantilla paralizados o dar el salto al otro lado del Estrecho en búsqueda de una salida, Juan Redondo lo tenía muy claro. Cuando El Periódico de Cataluña le localizó, ya estaba introduciendo sus máquinas en Marruecos, y con los líos burocráticos para terminar de constituir la sociedad.

«Pasos cortos y seguros», dice Redondo, eufórico e ilusionado con un proyecto que augura éxito. «Este país tiene mucho futuro», añade antes de cruzar la puerta de la Cámara de Comercio en Tánger.

Es aquí donde hizo su primera parada hace ocho meses, antes de poner un pie en el mercado de la construcción marroquí. Otros juegan con fuego no dejándose asesorar, saltándose los procedimientos, y las instituciones que les evitarían caer en irremediables estafas, a veces, millonarias.

«Hay que hacer bien las cosas, no dejarse convencer por cualquiera, olvidarse de los sobornos y de las vías rápidas», aconsejan en el Centro Regional de Inversiones en Tánger (CRI).

Redondo no es el único que ha huido de la crisis económica para salvar los muebles. Otra veintena se ha sumado en los últimos meses a esta aventura empresarial. La mayoría de ellos, medianos y pequeños, están levantando negocios relacionados con la promoción inmobiliaria, sobre todo equipamiento para la construcción.

El sector de la automoción también se prepara para recibir bolsas importantes de empresarios españoles. De hecho, algunos ya han empezando a crear sociedades de accesorios para los fabricantes de vehículos. Renault prevé una producción de coches de entre 200.000 y 400.000 unidades al año.

En menor medida se postulan para el mercado del textil, aunque en el norte «funciona muy bien», asegura José Estevez, presidente de la Cámara de Comercio de Tánger. Mientras en España está en coma, en el reino alauí la construcción de viviendas está en apogeo. Solo el Plan Azur prevé la apertura de centenares de hoteles. Los franceses son los primeros en frotarse las manos y presentarse al concurso de los proyectos, y también los españoles.

Según Hassán Selmi, del CRI, los ciudadanos españoles son cada vez «más conscientes» de las oportunidades. «Todos los días recibo a entre tres y cuatro personas que traen ideas de negocios para instalarse en Marruecos», comenta. Selmi advierte, como recomendación general, de que antes de apresurarse «deben abandonar la mentalidad europea».

Aquí, la vida es más lenta, el ritmo laboral se ralentiza por el calor, y, además, las formas de trabajar son también distintas. «Tener muy claro la adaptación, pensar que no estás en España», añade Isabel Sarrad, delegada del Banco Santander en Tánger, para quien «las prisas por coger el avión de vuelta a España acaban matando, y en la distancia tampoco se puede dirigir la empresa».

Según Sarrad, buena parte de los créditos financian la industria auxiliar de la construcción, y algunos a la maquinaria de hostelería.

Los prejuicios sobre Marruecos acaban influyendo de forma muy decisiva a la hora de instalarse en el país y, a veces, es lo que les hace fracasar. «Hay que venir sabiendo lo que quieres hacer, y lo primero es abrir una cuenta en dirhams convertibles», según José Estévez. «No es que esto sea la panacea, pero hay que derribar tópicos», comenta Sarrad.

Para el presidente de la Cámara de Comercio, este problema se resolvería si el Estado marroquí trabajara mejor la imagen con el fin de «conocernos más y respetarnos». «Este es el momento propicio» insiste el responsable del CRI porque, a su juicio, en dos años los inversores «no tendrán sitio y se quedarán sin oportunidades».

La construcción del puerto de Tánger Med en el estrecho de Gibraltar abre además nuevas posibilidades, ya que se necesitarán empresas de servicios, de restauración, de transporte, de congelación. Para que el gigante de Tánger funcione a pleno rendimiento faltan todavía casi seis años. Será entonces cuando más de siete millones de pasajeros lo utilicen y alrededor de 700.000 camiones lo incorporen a su ruta para salvar los 15 kilómetros que separan las dos orillas.

«Para entonces habrá que abastecer a toda la gente que lo utilice», explica José Estévez, y pone un ejemplo de negocio: «El que sea capaz de hacer cátering, ahorrará costes por la mano de obra barata de este lado del Estrecho, y en cuatro horas podrá distribuir su servicio en Málaga».

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